domingo, 24 de septiembre de 2017

Aborto, despenalización y empoderamiento colectivo de las mujeres



La ciencia y enfoque comunitario ha investigado hace décadas un fenómeno de enorme interés para la comprensión de los procesos de transformación social: el empoderamiento.
Definido como las creencias sobre las propias competencias, esfuerzos por ejercer control y la comprensión de una realidad sociopolítica, este concepto es útil para interpretar la conquista de derechos de las mujeres en las diversas dimensiones del ser y el habitar y los escarpados senderos de reivindicaciones colectivas que comienzan hace más de 60 años con el derecho a voto.  
Particularmente el caso de los derechos sexuales y reproductivos resulta inquietante. La autoridad sobre el propio cuerpo es un privilegio históricamente esquivo para las mujeres. Desde distintos campos del saber el control reproductivo y el manejo de cómo gestar y parir, decidir sobre la infertilidad permanente, crio preservación y otros asuntos reproductivos, han instalado el discurso hegemónico que las mujeres poco saben sobre sus cuerpos y que la biomedicina y otras autoridades técnicas y morales deben hacer por ellas lo que ellas mismas no son capaces de hacer: fundar la voluntad sobre el propio cuerpo y decisiones. Este aspecto se ve reflejado en la escasez de legislaciones en nuestro país sobre derechos sexuales y reproductivos, violencia obstétrica y la recientemente promulgada ley de interrupción del embarazo por 3 causales.
Esto no es casual. Los derechos sexuales y reproductivos forman parte de los derechos humanos de tercera generación, con un profundo interés geopolítico y con impactos en la sostenibilidad del planeta. No es azaroso que el debate sobre el alquiler de vientres y otras formas de reproducción asistida, sean motivo de debate público en el viejo continente. La reproducción se constituye no sólo en un hecho biológico: alrededor de ella navegan intereses políticos, económicos y religiosos incrustados en el seno de un patriarcado omnipresente.       
La ley de aborto 3 causales aplicable a casos extremos ya conocidos, constituye un nuevo trato con las mujeres, adolescentes y niñas chilenas.  En aquellas donde la desigualdad de clase, territorio, edad, etnia y otros determinantes sociales amplifican senderos de inequidad en el acceso a la salud y en la criminalización de sus decisiones, esta ley dignifica y reconoce sus proyectos y opciones de vida. 

En la definición más clásica de cambio social, en esta ley culmina (y comienza al mismo tiempo) un proceso de empoderamiento colectivo de las mujeres. 

sábado, 13 de mayo de 2017

Qué decimos cuando decimos madre


En Chile, cerca de 250 mil mujeres se convierten en madres cada año. En el Maule, ocurren anualmente aproximadamente 9 mil nacimientos, es decir, 9 mil mujeres que devinieron madres. Varias trayectorias maternas que dibujan identidades heterogéneas y asombrosas de “ser madre” distanciadas del estereotipo hegemónico de los medios de comunicación, que expande morbosamente la imagen de la maternidad sonriente, pulcra, domesticada y rodeada de objetos de consumo material. Metáfora tradicional del cuidado que sostiene a las sociedades capitalistas.
Para encontrarse con esta imagen de la maternidad “real”, no es necesario deambular mucho tiempo por las calles de la ciudad de Talca, para conversar abiertamente con su rostro multiverso y sus discursos polisémicos. Es suficiente con darse una vuelta por la 11 oriente y observar detenidamente el caminar trabajoso de una madre cargando con una guagua en un fular y de la otra mano un gran bolso de ropa, adoptando la velocidad del tiempo de los semáforos cortos, que le recuerdan que el ritmo de la ética del trabajo (el espacio público) de ir a vender sus cachureos a la “feria de las pulgas”, es abismalmente diferente a la velocidad de la ética del cuidado (el espacio privado) del que viene saliendo con coraje matutino.
Unas calles más abajo, la maternidad transmutada adquiere matices de complejidad. Una mujer se demora medio siglo (a ojos de los transeúntes) en subir al bebé al auto, mientras el rostro de unos cuantos varones expectantes (el parquímetro, el que desea estacionarse, y unos pocos mirones) simbolizan perfectamente la enquistada presencia del sexismo ambivalente: mezcla de emociones favorables y a veces hostiles hacia las mujeres que coexisten con la inundada publicidad por el día de las madres. Un poco más allá una mujer con otro coche, un niño pequeño y unas cuantas bolsas, mira el reloj y seguro se pregunta cuantos colectivos no se han detenido por la demora que supone transportar al familión.
Otra imagen captura a la madre que conduce, que envía mensajes de voz por wasap, intentando orquestar la travesía diaria de la conciliación trabajo-familia, justificándose, por un lado, suspirando por otro, mientras se cruzan los pensamientos de la nana que no llegó, la reunión a la que va atrasada, la impotencia de no poder ir a buscar a los niños y su omnipresente culpa que colorea todos los rincones de su existencia.
¿Qué tienen en común estas historias?
La urgente necesidad de colectivizar el malestar de las maternidades y dejar de estereotipar a las madres, como responsables del bienestar familiar y social, como guardianas del progreso y la calidad moral.
Estar más atentos a escuchar, el relato que se cuela por los rostros agotados de las madres de hoy, una mezcla de desesperanza y esperanza de llegar a recuperarse alguna vez a sí mismas.
La inaplazable necesidad de mirar esas otras maternidades, esas de los espacios virtuales de ayuda mutua, dónde se comparten desde el diagnóstico del color de la caca de la guagua, hasta las frustraciones y goces sexuales y las búsquedas incesantes de equilibrio, salud mental y compañía auténtica.

Una metáfora renovada del cuidado, que transita hace mucho rato por el cambio cultural de valores postmaterialistas, donde la maternidad subyugada, íntima, solitaria, sufriente está dando paso a vivencias de colectivización, a un retorno tribal a la base afectiva y comunitaria de los vínculos dotados de proximidad física y relacional.

Hoy más que nunca vale la pena reflexionar sobre el contrato social que hemos pactado con la maternidad y cómo la naturaleza performativa del tiempo, ha dado paso a demandas cada vez más apremiantes por la corresponsabilidad y el rol de los padres y la sociedad en su conjunto en las tareas de cuidado, la conciliación efectiva familia-trabajo y un trato más honesto con las vivencias de maternidades críticas y emancipadas. 

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Los fantasmas del SENAME


Un antiguo sesgo psicosocial llamado sesgo del mundo justo asume que el mundo es un lugar donde cada cuál obtiene lo que se merece. Mismo sesgo que ha contribuido en la mantención de las desigualdades sociales y la legitimidad asignada a las brechas salariales. Sesgo utilizado para justificar la pobreza, como una condición atribuida a la responsabilidad de quiénes la viven.
Sesgo que incrusta en la psique individual y en la representación social colectiva, una justificación para mantener el control sobre nuestras propias vidas y garantizar relativa tranquilidad en un mundo inundado de malestares.
Nadie conoce la cifra oficial de niños fallecidos en las dependencias de administración directa del SENAME. Tampoco qué ha ocurrido con los niños fallecidos en residencias de instituciones colaboradoras.
¿Quiénes son estos fantasmas que deambulan por los medios como números escurridizos y sin identidad? Despojados de toda dignidad humana esencial, estos niños habitan nuestra existencia como mosaicos rotos por sus familias, el Estado y la innombrable condición de sus muertes.
Todos ellos fueron, son y serán personas. Nada más ni nada menos que niños, niñas, adolescentes y jóvenes, la mayoría de ellos un retrato nítido de un Chile de pobreza, monoparentalidad, abuso intrafamiliar y maltrato. La mayoría de ellos re victimizados por una locomotora veloz, que transita indiferente por los rieles de la pérdida de sentido.
Muchos de ellos, abusados por sus padres o sus abuelos, maltratados por padres y madres, con trayectorias de conflicto con la ley, acunados por una cultura familiar negligente, atravesados por un historial de trauma relacional. Muchos de ellos hijos forzados de una violación, estigma omnipresente en la identidad de alguna madre adolescente o de una paternidad asumida a medias o simplemente no asumida.
¿Quiénes fueron sus cuidadores? Transitorios vínculos quebrados, caricias robadas a algún educador, a alguna psicóloga “buena onda” que atendió por algunos minutos de más un llanto desconsolado o realizó una intervención en crisis al límite de su jornada de trabajo.
No hay fantasmas rondando los titulares de prensa. Son niños muertos que traspasan la barrera de nuestra conciencia que se aquieta de pensar en un sistema podrido, sin vergüenza ni moral. Son niños muertos que remecen un sistema sin voluntad política de resolver lo mínimo que podemos resolver como sociedad: el trato que damos a nuestros niños y niñas.



domingo, 18 de septiembre de 2016

Sin aguinaldo

El olor de septiembre sin dinero habita en las cortinas nauseabundas de una patria vilipendiada. Habita en la altiva identidad fragmentada de los que usurpan sus recursos y se hacen los muertos, estrujando el bolsillo pobre de los obreros, temporeros y cesantes. Septiembre sin aguinaldo es una paya triste, en un país sobre-endeudado.
Lastimosa espera de un grupo de obreros de la contru, que se miran las caras como esperando algo.

martes, 6 de mayo de 2014

Arrebol de Otoño

Todavía me asombro con el arrebol encantado que me regalan las nubes rabiosas,
espejo de mi semblante rosado, ardiendo en el horizonte, este arrebol se propuso desviar nuestros ojos a su corazón rojo

domingo, 4 de mayo de 2014

A propósito de 12 años de esclavitud: algo que decir desde la logoterapia

Ayer, elegimos ver una película nuevamente. Esta vez fue el turno de 12 años de esclavitud, la historia de Solomon Northup, un afroamericano nacido libre pero secuestrado y vendido como esclavo. Dejando una familia, una vida y una historia, Solomon se convierte en Platt, nombre de esclavo, que acompaña a todo el personaje durante la narración.
Más allá de una crítica del filme, me detendré a reflexionar sobre algunos fragmentos que ilustran con increíble claridad algunos de los principios de la logoterapia y la pregunta ontológica sobre el sentido de la existencia.
Esta película muestra con extraordinaria sensibilidad, estética y valores humanistas, la experiencia del horror y la superación del dolor a través de la autotrascedencia y la solidaridad compartida.
La logoterapia se plantea la exploración y búsqueda del sentido de la vida. Entre sus principios más elementales se encuentran la libertad, la espiritualidad y la voluntad de sentido. Descrita como la tercera escuela vienesa de psicoterapia, funda sus reflexiones sobre la filosofía existencial, y mantiene una relación de parentesco próxima con la psicología humanista.
Me detendré a relacionar un pensamiento de Víctor Frankl (fundador de la logoterapia) con la experiencia de Platt y posteriormente con la experiencia de Patsey una esclava que recibe trato especial por parte de su amo, a cambio de sistemáticas violaciones.
Frankl dice: "El hombre tiene que vivir no una vida cualquiera, si no una vida determinada".
La experiencia de esclavitud es la vivencia más horrorosa de pérdida de la libertad. Más allá del plano civil, se trata de una experiencia de falta de autodeterminación, convirtiéndose en objeto de las necesidades y deseos de otro, anulando la experiencia de conexión con el propio ser.
Sin embargo, en Platt y Patsey, vemos como sigilosamente se asoman la voluntad de superación a través de la generación de valores de actitud. Estos valores de actitud (como la resiliencia o la superación) se observan cuando valores de experiencia o de creación (como dar o recibir amor) no pueden desarrollarse por circunstancias contextuales, históricas o personales inalterables y cargadas de horror.
En el diálogo que Platt sostiene con otra esclava que perdió a sus hijos, se observa como aún en circunstancias brutales, el ser humano es capaz de entregar una palabra de alivio o de gratitud. Platt se mantiene aferrado a conservar la creatividad ( como cuando resuelve el problema del transporte de madera) y a mantener parte de su identidad, cuando muestra sus cualidades artísticas.
Pero también aparecen la angustia ante el vacío, sobre todo el vacío de la pérdida de identidad, la memoria personal y familiar. Claro, siendo esclavo, la historia personal se vivencia como anulación de toda forma de conexión con el espacio, el tiempo y los recuerdos. La memoria hundida en el anonimato y el abandono del ser. ¿Cómo mantener la voluntad de sentido en una situación tan enajenante y traumática?
Gabriel Marcel, filósofo francés de inspiración cristiana (que no necesariamente representa la totalidad de mi pensamiento, pero sí una dimensión de él) desarrolló con pujanza el concepto de experiencia intersubjetiva. La existencia humana solamente puede ser entendida en relación. Su ser es ser-con permite comprender cómo la experiencia de desarraigo, horror y la pérdida del sentido de la vida, sólo pueden transitarse en compañía de otros. Como la alabanza compartida de Roll Jordan Roll o el dolor martirizado de Patsey, limpiada y acompañada por otras mujeres como ella.
Y cierro con Marcel: Lo que me acerca a un ser humano no es saber que también el hará una suma con los mismos resultados que yo, sino imaginar que también fue niño, que fue amado, que otros han esperado en él y que igualmente está llamado a sufrir, envejecer y morir.
Traeré a este análisis a uno de los grandes pensadores existencialistas. Jean Paul Sartre y sus premisas sobre la libertad y las elecciones. Aún en circunstancias de pérdida total de la libertad, podemos hacer elecciones. Paradójicamente aún en experiencias completas de anulación, se puede ser libre. Con una ruptura trágica de la biografía, y una memoria social y personal fragmentadas, pudo elegir algunos caminos. Conservar sus cualidades artísticas, afirmar a otros el autorespeto, redescubrir la espiritualidad, describir a Patsey su negación a facilitarle la muerte y en la etapa final de la película, volver a creer en la justicia y en la reciprocidad en la relación con un desconocido.
Terminaré con una célebre frase de Sartre que refleja la experiencia de la esclavitud de Solomon, pero que bien puede actuar como metáfora de nuestros tiempos de máscaras sutiles de esclavitud postmoderna:
Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él...




miércoles, 23 de octubre de 2013

Una historia común...en una micro común...

Sobre el matutino tránsito de calles grises, mirada altiva sobre los peldaños,
olor a limpio en los amaneceres, ojos abiertos, cándidos, suspicaces.

Dónde fueron a parar los pies cansados? dónde la imaginación se cuela indómita?
sobre una micro la comadre atraviesa las cuadras que la conducen al cotidiano, al pedazo de espacio que le corresponde, allá, dónde los ojos del sol brillan más...

Me pregunto, cuando la micro de siempre te llevará al parque azul? tropezando con las piedras para alcanzar un espacio, la blusa blanca planchada y apretada se adapta a los movimientos rudos del viaje, y la mirada fija en algún sueño transitorio, de libertad, o de dignidad, o de algo....

Y el regreso, el olor de la ciudad que se duerme, envuelve las palabras enloquecidas que circulan por un estrecho espacio de la mente. El mundo  permanece pegado a un timbre escurridizo, mientras despiertas, y te vuelves a ensoñar con un sabor a dulce o el olor del pan...

Y sigue la micro su curso...